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miércoles, 15 de febrero de 2012

Tarjeta SUBE: Éste modelo parece que no se lleva bien con los libros ni con las alpargatas.


Hace un tiempo, me cuestioné si no estaba siendo demasiado duro con los ricospobres kirchneristas, y quise buscar algo bueno del modelo. Me propuse con todas mis ansias y ganas a encontrar cualquier cosa que dejara algo positivo en el balance final, y prometí hacer un post completo con el utópico descubrimiento. Muy pocas cosas parecían ser buenas, y en los análisis, las contras siempre terminaban superando a los beneficios (sí, hasta la Asignación Universal por Hijo).
Cuando ya había buscado entre cientos de medidas y acciones, estando ya al borde de la desesperanza, mi mujer cae con la tarjeta SUBE en sus manos. La SUBE (Sistema Único de Boleto Electrónico) es una tarjeta electrónica (similar a la de los cajeros automáticos) que permite cargarle dinero, pasarla por delante de un lector (en colectivos, subtes, etc.), y descontar automáticamente el valor del viaje de la misma, sin tener que lidiar con la ardua tarea de tener que conseguir monedas (en falta en el circulante) para abonar como se hacía hasta ese entonces.
Los beneficios quedaban a la vista: no era necesario tener que recolectar y transportar monedas (que dicho sea de paso, rompen cualquier bolsillo, complicando más las cosas), un único plástico serviría para múltiples servicios, las colas para pagar serían más rápidas (principalmente en los colectivos (buses), que solían detener el rodado porque la fila de gente seguía hasta en las veredas), se informatizaba un servicio que hasta entonces utilizaba sistemas mecánicos (siempre con más propensión a las fallas o roturas que los electrónicos) y se mejoraba el trabajo del colectivero mismo (que no tenía que lidiar con el tratar de destrabar las máquinas tomamonedas, porque si el lector SUBE se rompió, se rompió).
Con eso entre mis manos, abrí un borrador nuevo (que hasta tenía el título tentativo de“Tarjeta SUBE, ¿lo único bueno del kirchnerismo?) y, cuando me disponía a hacer el post, traté de enfrentar esas bondades con los perjuicios, que aunque no fueran visibles, tenían que estar allí (no existe nada completamente bueno o malo, sino con diferentes cantidades de cada uno). Supuse que las cosas negativas serían de poca cuantía, hasta que empecé a investigar (y experimentar, luego) un poco sobre el tema y ví que, globalmente, no eran puras bondades.
Aunque ya había una pseudo solución privada similar corriendo sin mucho éxito (elMonedero), la SUBE fue anunciada con bombos y platillos por Cristina Kirchner como la solución novedosa para todos los problemas de pago, quien puso una fecha para que la misma arrancara “en todos los transportes de todo el país”. La fecha llegó y ni siquiera estaban hechas las máquinas y los sistemas. Todo pareció olvidarse hasta la primer crisis de monedas, que pareció reflotar el problema de lasolución mágica nunca implementada. Todos se lo recordaron, ella miró para un costado, aprobó por lo bajo un súpercargamento nuevo de más monedas (que dicho sea de paso se le tuvo que comprar a Brasil, porque acá no daban abasto), y todo se volvió a olvidar, hasta la próxima crisis de metálico.
Más de un año después del límite autoimpuesto prometido y de los silencios oficiales, vuelve a hacer el anuncio (con más bombos y más platillos), y dice que ya está tomado en 1/4 de los transportes y que en 6 meses estaría en el 100%. Al día del anuncio, sólo 2 líneas tenían el SUBE en algunos coches, sólo como prueba. Las recargas se hacían en algunas sucursales de Correo Argentino y en kioskos muy seleccionados. En ese momento, tener la tarjeta, cargarla y poder usarla, era una combinación casi imposible de lograr. Inclusive algunos choferes de coches con el sistema, ni sabían cómo utilizarlo: “pusieron las maquinitas y el tablero, pero nadie nos dijo cómo se usa, nadie vino a explicarnos nada” (sic). Cabe destacar que pasaron los 6 meses prometidos por la Presidente, y las unidades con el sistema casi no aumentaron.Otra(s) mentira(s) más.
Viendo todos los problemas laterales y la innegable sentencia propia si viene del kirchnerismo, no es bueno y hay algo escondido que me ha dejado la experiencia, puse en pausa el post para investigar/experimentar más al respecto.
Usando la tarjeta de mi esposa (por suerte, viajaba en una de las líneas precursoras en implementar el SUBE), intenté subeir varias veces, cosa que logré sólo en algunas. La inexperiencia en el manejo, las fallas de sistema en las primeras máquinas (daban errores por doquier de manera azaroza), y los cuelgues que las dejaban fuera de servicio hasta llegar a terminal, convirtieron una solución viable en una experiencia frustrante. Con las cargas sucedía lo mismo; en mi trayecto al trabajo, sólo 2 kioskos la cargaban (de las 7 que tenían el cartel que lo anunciaba), siempre y cuando no se colgara el sistema y hubiesen pasado los cargadores oficiales por allí. En uno de ellos, cobran un recargo de 50 centavos, y explican que “nos deja de ganancia de sólo el 1% de los créditos que pedimos, y no laburan como los otros: los tenés que pagar por adelantado. No hay consignación o pago a cuenta. Es plata que tenemos parada” (sic). Dicho de otra forma, por cada $100 ellos reciben $1, y si sacan $1.000 lo tienen que poner en el acto para ganar $10 (si venden todo y cuando terminen de hacerlo).
Pasan unos meses, pocas líneas se suman con algunos coches de prueba. La promesa presidencial vuelve a no cumplirse, y en el interior ni siquiera parece intentarse ya (salen otros emprendimientos privados que sí lo hacen). Vienen las elecciones primarias, gana Cristina, y una lectora me acerca un dato desconocido y sorprendente, investigado, corroborado y expandido luego: la empresa que hizo el escrutinio electoral electrónico definitivo fue INDRA… la misma que hizo lo mismo en Venezuela y que impuso el sistema SUBE (máquinas y sistema) en los transportes argentinos. En Venezuela ya tienen juicios por fraude, y lo mismo impulsan a nivel nacional parte de la oposición con las Elecciones Primarias. La empresa es española, lo que me sugiere que debería ser seria; pero viendo cómo está España hoy y revisando que han contabilizado elecciones en casi toda América, tal vez hayanlatinoamericanizado su sistema de negocios. Tal vez en Springfield nos hayan vendido varios monorieles y ni siquiera nos dimos cuenta del primero.
Cristina parece enojarse por la poca acogida del sistema, y amenaza que se le quitarán los subsidios a las líneas que no lo tengan. Los empresarios del transportes se ponen las pilas y empiezan a implementar a diestra y siniestra. Bueno, 80% de pila, que es la cantidad de unidades que incluyen la novedad luego de el ultimátum presidencial. Algunos capos de la táctica evasiva, ponen las máquinas pero las tapan con un trapo y dicen “no funciona”, lo que tira más abajo el porcentaje efectivo que puede usarse. ¿El por qué? Ni idea; si hay algún lector chofer, que me lo explique, porque debe haber otra cosa que no sabemos.
De allí en más hubo una aparente quietud (antes de la tormenta). Algunos la aceptaron de a poco, otros la siguieron rechazando, y así se mezclaron tarjetas con monedas en las colas del transporte. Siendo minoría (la usaba a diario 1 de cada 5 personas), era menester decir el “con tarjeta” antes de pedir el importe del pasaje, sino lo marcaban directamente en la máquina de monedas. El usuario promedio de las tarjetas eran las mujeres, blancas, trabajadoras, de 25 a 40 años. Los menos predispuestos eran los jubilados, gronchos y tabajadores de base (albañiles, hombreadores, etc) que miraban a la máquina como si fuese Terminator y no tenían ganas de aprender otro sistema como el del cajero. Una de las ventajas supuestas del SUBE era el no tener que llevar efectivo en la calle (o sea, que el groncho de la esquina no te apure para que le des unas monedas). Pero he visto cómo algunos de ellos, en las paradas, apuntan al que tiene la tarjeta en la mano y le manguean el viaje completo. Porque los chorros también avanzan. Supongo que las bondades del modelo superaron a las de la tarjeta misma.
Empiezan también las voces críticas sobre la seguridad de datos personales del sistema. En la página oficial, uno podía ver los datos de sus viajes (línea y transporte tomado, número de interno, hora, importe abonado, etc); pero el tema es que CUALQUIERA podía (puede, de hecho) entrar a ver esos datos, ya que con el simple número de tarjeta bastaba (no había sistema de registro, trabas por contraseña, ni siquiera por número de documento del titular de la SUBE). Ideal para los chorros que querían saber cuándo estaba uno en su casa o no, o dónde podían encontrarnos en un rango horario específico. Anonymous va más allá: logran armar un script que toma datos de manera masiva y hacen públicos los datos de más de 1.000 usuarios con sus cronogramas y créditos restantes. En el Gobierno siguen haciéndose los distraídos con el tema, mientras algunos grupos recomiendan usar la tarjeta de otra persona para que no haya cruzamiento de datos.
Entonces, llega la hecatombe: Schiavi, Secretario de Transporte, anuncia en Enero que en Febrero, el que no tenga la SUBE, va a pagar pasajes con aumento. En menos de 30 días, Doña Rosa iba a tener que pagar de más por no tener el plastiquito violeta. Lo raro de ésto, es que además de la apresurada decisión,blanquean un aumento que se cansaron de decir que no iba a haber (y que le machacaron a Macri hasta por las orejas, sólo días antes), y le apuntaban a la gente común. Ellos lo catalogan como “sintonía fina” del susodicho modelo castro-staninlinsta, pero acostaban al civil promedio por la quita de subsidios que todavía se les siguen entregando a empresas como Aerolíneas Argentinas. Otra vez, el ajuste se hace sobre el pueblo, los ricos siguen de parabienes. Éste modelo parece que no se lleva bien con los libros ni con las alpargatas.
Las colas se suceden en todos los puntos de entrega. Se ven cientos de metros de personas bajo el acuciante calor veraniego que da latigazos que superan los 40 grados de térmica en el jungla de cemento. Pero esos no eran los problemas, ellos se presentarían en horas: las tarjetas eran insuficientes (daban hasta 100 por punto, con miles de personas por cola), se entregaban sólo a los titulares presentes (o sea que se tenían que perder días de trabajo (el plural es porque generalmente se debía ir un segundo o tercer día para conseguirla) por un capricho gubernamental “para proteger al pobre”), en algunos casos entregaban tarjetas truchas, el exceso de datos por minuto a veces colgaba las redes completas (haciendo que en NINGÚN punto pudiesen procesar ingresos), etc. En los días subsiguientes, las colas empezaban a hacerse desde las 4 AM para poder entrar entre los 100 números beneficiados; el resto, se enterarían recién a las 10 que debían volver a sus casas o esperar hasta las 16 para ver si llegaba otro no-cargamento de rectángulos.
Las quejas y reclamos se suceden por doquier, el ánimo del público general se caldea (sí, inclusive dentro del 54% de los votantes kirchneristas, que se supone que deberían renunciar a esos beneficios por orden presidencial). El Gobierno sigue con su línea de conducción opa, y anuncia sólo un puñado más de puntos de entrega, que también son rebasados el mismo día. Macri le da una mano a Cristina abriendo sus CGP para entregar (cosa que ningún kirchnerista reconoció ni agradeció), y a los de sistemas del kirchnerismo parece que se les reactiva la neurona técnica y arman una página para poder sacar la tarjeta por internet, sin necesidad de presentarse físicamente. La gente (que no sacó su SUBE porque era mucho lío tecnológico) obviamente no usó ese sistema y siguió con las colas eternas. Los que sí intentaron usar el nuevo sistema, estuvieron 2 días con la página caída por saturación; o bien la sacaron y su pedido se estancó por semanas en “verificación”. Yo mismo hice el trámite, y habiendo pasado dos semanas, no la recibí por correo porque ni siquiera hicieron esa verificación, primer paso para todos los siguientes. La neurona técnica parece que funciona igual que la otra, la política.
Teniendo la opción de retrasar el capricho presidencial o poner 3 bocas más de expendio, el kircherismo elige, como siempre, lo mejor para sus intereses y lo peor para la gente: anuncia nuevos puntos de entrega, y subraya que no va a haber aplazos de tiempo. Se suman correos privados, ANSES, las loterías de todo el país, y muchos centros más, pero no logran descomprimir el aluvión de pedidos. Ya son millones de personas que no quieren pagar la fiesta K y deciden sacar su plástico violáceo. Las colas se llenan de chicos (que no pueden ser cuidados en sus casas o que necesitan también sacar la tarjetita), embarazadas, ancianos y demás, todos al aire libre bajo las inclemencias de las lluvias o el intolerable calor. En ningún caso se entregaron refrescos, paraguas, o algo para afrontar la pésima organización estatal. Todos a sufrir, física y mentalmente, por las sintonías finas que no son ajustesdentro de los tiempos impuestos por capricho.
Pese a todo ésto, el Gobierno sigue sin decir cuánto va a salir el boleto sin subsidio. Schiavi, como si de un chiste se tratara, dice que lo va a anunciar recién unos días antes del plazo. El Estado te da un huevo Kirchner con sorpresa, aunque no es muy divertido si se sabe que la sorpresa va a ser mala. 2 días antes, se sigue sin anuncios y con colas que ya suman kilómetros en toda capital y GBA. El día anterior, en conferencia de prensa (y viendo que estaban desbordados) anuncian que tienen que dar el brazo a torcer y que el plazo se extiende hasta el 2 de Marzo (cosa que hacía días prometieron no hacer). Y agregan que desde allí la tarjeta se cobrará (sí, incluso si se pierde o nos la roban), y entrega otro Kirchner Sorpresa(“no sabemos cuánto va a salir la tarjeta, lo que le salga al Gobierno”, que bien podrían ser $1.000 si la empresa es amiga o la maneja La Cámpora) que se vuelve a sumar al primero (siguen estirando el cuánto saldrá el boleto).
Sacan un spot sobre el tema diciendo que la culpa de todo el quilombo la tuvimos nosotros (tal vez haga un post aparte sobre esa propaganda), y dicen que la tarjeta es un éxito (obligado, claro) y que la van a usar para cruzar datos con otras bases y saber quiénes van a recibir el subsidio y quiénes no. Dicho de otra forma, si el Gobierno considera que sos rico (o no indigente, que para ellos es lo mismo) da igual si hiciste 7 colas bajo el sol para conseguir la SUBE, puede que tengas que pagar el aumento igual (aunque sin monedas, ¡qué buena noticia!). O sea que, otra vez, se contradicen con TODOS los anteriores anuncios en donde se decía que “si tenés tu SUBE, vas a mantener tu subsidio, no vas a pagar aumentos”. Y con ésto, otra vez se vuelve sobre el tema de la información privada y el manejo del Gobierno, que bien puede usar esos datos para otras cosas non sanctas kircheristas.
No se puede tampoco obviar que el Gobierno está tratando de hacer caja por cualquier lado, y tampoco se puede dejar de ligar esa avidez por el dinero con la tarjeta SUBE. Oficialmente, dicen que 10 millones de personas viajan a diario en transportes públicos. Si hacemos la simple cuenta de un promedio de $40 por recarga por tarjeta, tenemos la friolera suma de cuatroscientos millones de pesos ($400.000.000) que les entran por adelantado en efectivo contante y sonante. Si tenemos en cuenta que $40 sirven para casi medio mes (con un solo transporte, no olvidemos los que toman 2 colectivos de ida y otros 2 de vuelta), debemos multiplicar esa cifra por dos, lo que darían ochocientos millones de pesos mensuales ($800.000.000 por mes) que les entra “de la nada”, sólo por obligar a la gente a usar algo. Y no olvidemos que si el pasaje es sin subsidio, esas cifras se duplicarían en el mejor de los casos (lo sabremos cuando Schiavi nos muestre la sopresa que nos tocó en el Huevo Kirchner). Imagínense si ellos tenían que pedir un crédito a cualquier banco por ese importe, y nosotros se lo regalamos gustosos con el 0% mensual de interés. Después la gente se queja de que los bancos nos dan a nosotros poco interés por nuestro dinero, pero cuando el Gobierno nos dice que hay que prestarle plata sin ganar un mísero centavo, somos capaces de hacer colas kilométricas bajo el sol y costándonos días de trabajo que pagamos de nuestro bolsillo también. El modelo político y social en su máximo esplendor.
Ésto es lo que hay hasta hoy, pero la historia va a seguir, sin ninguna duda. De más está decir que después de todo ésto, eliminé de forma definitiva el borrador del post“Tarjeta SUBE, ¿lo único bueno del kirchnerismo?”. Y de esa forma, también, dejo desierta la búsqueda de algo bueno de los Kirchner y su modelo. Cualquier bondad, por más buena buenísima que sea, el kirchnerismo siempre te la estrella estrepitósamente contra el piso, abusándola a diestra y siniestra, convirtiéndola en una herramienta para beneficio propio; sin contemplaciones, sin moral, y con mentiras por doquier. Al final, la propia experiencia siempre le gana a cualquier teoría. “Si viene del kirchnerismo, no es bueno y hay algo escondido”. Voilá.
PLPLE

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