Thomas Peters
13 de diciembre 2011 (Notifam) – Así como lo hemos informado en el pasado, una docena de enfermeras pro-vida en el Estado de Nueva Jersey en los Estados Unidos de América, están luchando por su derecho a cumplir con su conciencia y no ser obligadas a asistir a abortos.
Esta cita en el periódico estadodunidense The Washington Post por una de las enfermeras me paró en seco cuando lo leí:
Una de las enfermeras, Fe Esperanza R. Vinoya, dijo que un gerente le manifestó: “Usted sólo tiene que agarrar la cabeza del bebé. No se preocupe, ya está muerto”.
¿Puede usted imaginar algo más horrible que ser obligada a “agarrar” la cabeza de un bebé muerto? ¿Un bebé que sólo minutos antes estaba vivo en el vientre de su madre?
Escritores y bloggers pro-aborto están intentando histéricamente (no uso la palabra a la ligera) atacar los motivos de estas mujeres.
He aquí una simple muestra de burla efectuada por Erin Ryan respecto al diario cibernético feminista Jezebel:
“Por la forma que describe la denuncia, se podría pensar que se les ordenaba a ellas poner en fila a los bebés y que les dispararan con una ballesta frente a sus hijos”.
Ni siquiera voy a repetir algunas de las cosas que he visto escrito sobre estas enfermeras pro-vida.

Para un movimiento que afirma estar a favor de “poder elegir”, los pro-abortistas no pueden admitir en absoluto que las enfermeras pro-vida tienen la opción de no asistir a los abortos. Pero la elección más importante que enfrentan los defensores del aborto es si se pondrán de acuerdo o no para discutir y enfrentar la realidad del aborto.
Por lo tanto, guardemos las ballestas y contemplemos las cabezas de las pobres víctimas del aborto.
Haga clic aquí para firmar una petición para quitarle el financiamiento a Planificación Familiar.
Publicado originalmente en el sitio cibernético en inglés de Live Action (Acción Pro-Vida en Vivo) y reproducido con el permiso del autor enhttp://www.lifesitenews.com/news/pro-life-nurse-asked-to-assist-abortion-told-you-just-have-to-catch-the-bab
Traducción por José Arturo Quarracino
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