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jueves, 6 de febrero de 2014

“Me gusta salvar vidas”, decía la joven de 27 años en una entrevista que concedió en marzo del 2013 al diario Página /12.

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Anahí Garnica soñaba seguir los pasos de su padre bombero y fue la primera bombera en un cuartel de la Policía Federal.
Contaba en esa oportunidad que sabía que no podía cumplir su sueño porque en el escalafón Bomberos de la Policía Federal no se aceptaban mujeres. Su padre le decía que tenía que estudiar otra cosa  porque no iba a poder ser bombera. Cuando terminó el colegio secundario se inscribió en la Universidad Tecnológica Nacional para estudiar Ingeniería Civil. Hasta que en 2003 la Federal decidió aceptar a las mujeres a modo de prueba. Ingresó ella y cuatro mujeres más.
En el aula había 20 varones y ellas cinco. “No estaban seguros de que hubiera mujeres pero querían probar”, contó Garnica. En 2006, la destinaron al Cuartel 1º y fue la primera bombera en un cuartel en la Federal. “No había ni habitación ni baño para femeninos. Me designaron a la ‘habitación de alarma’, donde las mujeres atienden el teléfono. Ahí dormía los días de guardia. Al año siguiente me hicieron una habitación para dormir durante las noches de guardia”, recordaba la joven, que hacía diez guardias de 24 horas por mes, como cualquier bombero.
Era subinspectora y con 20 años, tuvo a su cargo bomberos que rondaban los 50 años y tenían larga experiencia apagando incendios e interviniendo en otro tipo de emergencias. “Algunos se resistían a la autoridad, pero a mis compañeros varones también les pasaba. No tenía que ver con el género sino con nuestra juventud”, pensaba Garnica.
“Me gusta salir a incendios, ayudar a la gente, salvar sus vidas, sus objetos, sus mascotas”, decía Anahí en la entrevista. Estaba casada con un bombero del Cuartel de La Boca y cuando había un incendio en la Reserva Ecológica, a veces se encontraban.
Sobre los llamados que más se reciben en el cuartel, decía, que en verano, lo más habitual son ascensores detenidos; en invierno, accidentes con estufas eléctricas o velas o incendios en la calle porque la gente sin techo prende residuos para calentarse. Además sentía que cuando había niños y niñas en los incendios, son ellas, las bomberas, las que entablaban un mejor vínculo y podían contenerlos mejor.

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