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La editorial del Diario La Nación, Spandau y los izquierdos humanos.

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jueves, 26 de enero de 2012

Divide y vencerás, reza el dicho. Y hasta ahora, al Gobierno le está saliendo muy bien.


200 personas cortan Primera Junta en reclamo a horas sin luz. 2000 médicos y 500 “civiles” se movilizan en pedido de más seguridad en los hospitales públicos. En Morón, unas 350 personas marchan hacia la intendencia para pedir justicia por el asesinato de un chico robado. En González Catán, otras 400 personas se concentran en una plaza para pedir seguridad y la captura de un delincuente que robó y violó varias veces en la zona. En La Plata, una marcha de unos 600 jubilados exige un aumento en los montos de las jubilaciones y el pedido de aceleración de sentencias en juicios al Estado. En Rosario, se movilizan unas 500 para pedir más seguridad en las zonas cercanas a las villas; mientras que en Famatina, otras miles se concentran para pedir la remoción de la minería a cielo abierto, reclamo que hacen desde años. Y esa es la gente visible, porque hay muchas más adherentes que no se animan a hacer su queja pública.
Distintos reclamos, distinta cantidad de gente, diferente localización geográfica, distintos motivos. Lo que no parecen ver con claridad, es que el blanco de todas esas diferencias, converge en un único punto: el Gobierno. Si no tenemos seguridad, es culpa del Gobierno, como también la falta de educación, el apoyo a empresas ineptas, la inoperancia policial, los Derechos Humanos aplicables sólo a los más violentos, el pulgar hacia arriba para multinacionales que intentan ganar dinero por sobre la salud de la gente o la protección del medio ambiente. También es culpa del Gobierno la pésima redistribución del ingreso, la inflación, los aumentos en transportes y servicios, la destrucción de las Instituciones, la falta de comfort social, el desempleo, la indigencia, el hambre. Y así podría seguir nombrando hasta mañana.
Como sociedad, tenemos un doble error de concepto en cuanto a localizaciones y culpables. Si cortamos una avenida en reclamo de seguridad, la avenida no nos va a arreglar el problema y las víctimas de dicho reclamo serán los automovilistas o la gente que quiere volver a su casa luego de una jornada de trabajo. Si cortamos una plaza, la Naturaleza probablemente no nos provea de justicia humana, y los perjudicados serían los chicos que deberían estar jugando en ella o losabuelos materos que intentan disfrutar un poco de verde. Si hacemos piquete frente a una comisaría para pedir más seguridad, aunque la policía quiera cumplir, las órdenes las envían desde el Ministerio de Seguridad, que depende del Gobierno; y los penados serían las personas que van a realizar denuncias o los que esperan algún tipo de resolución de alguna investigación que les permita empezar a tener justicia. Si impedimos el acceso de mineros, eso no logra que la empresa se vaya, sino que no cobren los mineros, trabajadores como nosotros; y si siguen teniendo el aval gubernamental, seguirán mandando gente a diario con la misma idea. Y aplaudiendo en el medio de una calle para pedir penas para los menores delincuentes, no creo que esos aplausos ensordezcan a los minicacos ni que logre que los autos nos ayuden en nuestro pedido.
Lo que nos falta como sociedad son dos cosas: la capacidad de reclamar, y el blanco del reclamo. Muchos se quejan de entrecasa, con sus vecinos o familiares, pero nunca han participado de una marcha social o un reclamo más abierto que el que puede hacerse tras cuatro paredes. Ha habido un aumento de las quejas visibles, pero no por un tema de blanqueamiento del reclamo, sino por una mezcla de exceso de indignación y el ver que los demás suelen exigir por ese canal cosas que no deberían (como el pedido de casas o planes de villeros delincuentes llevados por sus punteros zonales, por ejemplo). Pero falta reclamar más, tratar que la bronca y la indignación no se queden bajo techo, y lograr un movimiento social que cohesione esas quejas vacías en posibles hechos y soluciones. En el caso del blanco del reclamo, es claro, debe hacer directamente al Gobierno. Quejarse ante subordinados directos o indirectos (y hasta errar en la cadena completa de mandos y responsabilidades) es de insensatos que prefieren hacer bochinche antes que encontrar una verdadera solución.
Entonces, si todos las quejas convergen en un mismo punto, ¿por qué no reclamar en un mismo punto? ¿Acaso le parece mal que deban hacerse juntos el pedido de más seguridad, de justicia, de mejora económica y/o el de mayores sueldos? Si su reclamo es distinto, ¿no reconoce que el resto de las quejas también merecen ser escuchadas, o usted no las sufre también? Y asimismo, ¿no es mejor hacer todos los reclamos en un único punto representativo que potencie o logre un cambio en serio? ¿De qué sirve quejarse en la plaza de su barrio, si se puede hacer junto a otros en la puerta del Congreso? ¿Prefiere cortar una calle antes que bloquear la Casa Rosada? ¿Le parece más lógico aplaudir en la puerta de su casa o llenar Plaza de Mayo con otros miles como usted?
Tal vez esas ideas hayan sido exterminadas adrede por el mismo kirchnerismo. Recordemos que hasta el famoso reclamo por la 125 del campo (que derivó en el “voto no-positivo” del Vicepresidente) la gente se proclamaba en alguno de esos puntos neurálgicos. Pero gracias a un llamado presidencial y a las presencias golpeadoras y violentas como las de Luis D’Elía y Guillermo Moreno, la gente salió asustada y no volvió a asomar las narices por allí. Eso puede que haya logrado la atomización del reclamo y la pérdida del blanco principal (no tanto por la falta de identificación del mismo, sino por el miedo que nos produce ir contra él). Pero debemos darnos cuenta que si nos quejamos por los paralelos, jamás llegaremos a ningún lado (y creo que los eternos reclamos sobre siempre lo mismo demuestra mi punto). Además, subestimamos el número de las personas que reclamamos o que queremos hacerlo. Sume una semana de gente en cualquier reclamo y verá de los números que estamos hablando. Números superiores a los que terminaron sacando en helicóptero a De La Rúa de su horrendo mandato.
Los argentinos tenemos esas dos gigantes deudas pendientes. No nos animamos a reclamar, y cuando lo hacemos, lo hacemos mal. Aprendan de nuestros victimarios, que reclaman por cualquier cosa y con 3 gatos locos copan Plaza de Mayo (y encima, rompiéndola y ensuciándola, para que hasta les paguemos nosotros sus fiestas violentas). Hay que aprender a hacer marchas unificadoras de quejas, y de buscar un punto notorio que deje las cosas bien claritas. Hay que saber unirse por las coincidencias (y no alejarse por las disidencias) y tener la capacidad de reconocer el blanco real de nuestras quejas. Divide y vencerás, reza el dicho. Y hasta ahora, al Gobierno le está saliendo muy bien.
PLPLE

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