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martes, 22 de noviembre de 2011

El Camino (The Way) es una película en inglés, escrita y dirigida por Emilio Estévez.


Posted: 22 Nov 2011 06:51 AM PST
Hilary White
ROMA, 22 de noviembre 2011 (Notifam) – El Camino (The Way) es una película en inglés, escrita y dirigida por Emilio Estévez de los Estados Unidos de América, protagonizada por su padre, Martin Sheen, la que a primera vista parece ser muy simple. Un estadounidense promedio, un médico de California en los Estados Unidos, recibe una llamada de un policía en Francia para decirle que su hijo Daniel ha fallecido durante una travesía a pie en los Alpes.
Tom Avery va a Francia para recoger los restos de Daniel, aprende sobre el Camino, la peregrinación a Santiago de Compostela en España, una ruta recorrida durante siglos por la gente que busca cosas diferentes, es decir, el perdón, la salud o simplemente la aventura. Tom da un salto de fe y decide recorrer el Camino, aunque en realidad no sabe por qué.
Pero la simplicidad de la historia esconde una complejidad interna. Es una película familiar, de bajo presupuesto, con un elenco formado principalmente con figuras desconocidas, y que aborda grandes cosas: las debilidades humanas, el precio del amor, el sufrimiento y la gracia. Bellamente filmada en Francia y España, El Camino es, como dice el refrán, una película espiritual sin ser abiertamente religiosa, sobre la forma serena, apacible y casi invisible por medio de la cual Dios convierte el sufrimiento en amor.
Tom Avery no es un mal hombre. Las primeras escenas de la película lo muestran tratando amablemente con un paciente en su consultorio de oftalmología. Él ama a su hijo, Daniel, aunque este último lo lleva hasta la pared con lo que Tom piensa que es su falta de dirección y empuje. Tom está desinteresadamente dedicado a su trabajo y a sus pacientes y se ve a sí mismo como un adulto responsable en un mundo de los adultos.
En camino por automóvil hacia el aeropuerto, Tom le dice a Daniel: “Mi vida aquí, puede que no se parezca mucho a la tuya, pero es la vida que yo elijo”.
“Uno no elige una vida, papá, uno la vive”, responde Daniel.
Pero Tom ha fallado en un aspecto crucial: a pesar que es un creyente, él no confía en Dios. Una falta que lo acerca a cada uno de nosotros.
Todas las personas con las que Tom interactúa a lo largo de El Camino lo tratan con amabilidad, el policía que lo llama a Francia a partir de su juego de golf, sus compañeros de camino, los operadores del albergue, inclusive la policía que lo arresta y lo arroja por una noche en la celda de los borrachos cuando él se excede un día y hace el ridículo.
Pero el corazón de Tom está cerrado a todos ellos. Él es un adulto, en un mundo de adultos. No puede haber lugar en el mundo de los adultos para el hijo de Dios, protegido y amado por Dios. Tom mantiene cuidadosamente encerrado su niño interior de Dios y lo protege él mismo, sin la ayuda de Dios.
El conflicto entre padre e hijo está lleno de gracia. En una escena retrospectiva vemos a Daniel que decide no terminar su doctorado, una opción que su padre atribuye a la irresponsabilidad de su hijo. Daniel se va con su mochila y un bolsillo lleno de mapas para conocer el mundo de primera mano, pero su padre se niega a ir con él.
Tom quiere proteger a su hijo como él mismo se protege, manteniéndolo a salvo, encerrado en un jardín, amurallado con reglas, con doctorados, puestos de trabajo y seguro médico. Le teme a la vida y teme por su hijo.
Pero Dios estaba llamando a Tom, y cuando Daniel muere a causa del mal tiempo en los Alpes, Tom se va a Francia a recoger el cadáver y se da cuenta que ya no puede resistirse a ese llamado, aunque todavía no reconoce la voz.
A lo largo de El Camino, Tom trata de recorrer la ruta mientras mantiene la puerta del jardín firmemente cerrada, pero él se lanza junto con otros tres que, a su manera, están igualmente dañados.
El primero con quien se encuentra es Yost, el holandés gordo y feliz cuya bondad brota naturalmente de su sencillez, pero que tiene problemas para controlar sus impulsos. Yost está haciendo el Camino por una sencilla razón; su esposa no quiere dormir con él porque es demasiado gordo.
Jack es un irlandés maníaco, un escritor bloqueado que ama las palabras y, como un hombre moderno, busca el significado de lo que está justo debajo de sus pies. El irlandés, “un escritor que ha perdido su camino”, no ha puesto un pie en una iglesia durante 20 años. “De donde yo vengo, las iglesias tienen mucho que responder. Los templos de lágrimas. Tom, no entres nunca más en ellos”.
Sarah, una canadiense enojada, ha venido por una razón tradicional: es una esposa abusada, abortó a su única hija y ahora ya no puede tener hijos. Ella le dice a los demás que está haciendo el Camino para dejar de fumar, pero está ahí, como tantos otros a través de los siglos, para hacer penitencia.
Tom, veinte años mayor que todos, se convierte en el padre de hecho de los otros; y juntas las cuatro personas heridas, se ayudan mutuamente para alcanzar su objetivo.
Traducción por José Arturo Quarracino
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