*NORUEGA*
*Terror en el país del bien*
*por ÁLVARO A. RICCIARDELLI *
*********************************
| Ålesund 23/07/2011
"Noruega es un lugar en el que nunca pasa nada"
es una frase típica con la que retratan este
tranquilo país los extranjeros que, provenientes
de otras latitudes menos afortunadas, han
decidido establecerse en este paraíso del Estado
del bienestar. Y la frase no es despectiva: que
no pase nada quiere decir en realidad que no
pasa nada malo, y eso es bueno. Pero ayer todo
cambió. Y es que, hasta ayer, Noruega era ese
país en el que las noticias sobre guerras,
atentados y crisis económicas pasaban de largo,
haciendo algo de ruido, pero sin realmente
llegar más allá de la superficie. Esas cosas no
pasan aquí. Aquí se puede dejar la puerta
abierta, y la bici sin atar, y se puede ir a las
dos de la mañana por el centro de Oslo sin mirar
por dónde, y los niños juegan tranquilos en
cualquier sitio y, en general, no hay que
preocuparse demasiado por nada. Pero ayer muchas
cosas cambiaron. La frase de ayer era: "Ya ni en
Noruega se puede estar seguro".
Iván pasa todos los días por la zona en la que
ayer un coche bomba mató al menos a siete
personas en el centro de Oslo. Pasa camino del
trabajo, aunque ayer, por suerte, libraba, y la
explosión la escuchó desde su casa. "Tembló
todo, pensé que era una especie de terremoto",
comenta. Llegó a Oslo hace algo más de un año,
después de pasar una temporada en España, primer
destino tras decidir probar suerte fuera de
Argentina, su país. Tanto para el como para
muchos otros este es un lugar de futuro y de
oportunidades. Si se consigue superar el duro
clima, y el hecho de que nunca pase nada, uno
está en su lugar. Y, de hecho, este es el lugar
de miles de argentinos, españoles, chilenos,
somalíes, pakistaníes que, escapando de países
en los que pasan demasiadas cosas, buscan la
tranquilidad que solo es posible encontrar en un
país con menos de un 5% de paro, donde todo el
mundo tiene acceso a una sanidad y a una
educación pública de calidad, donde se fomenta
construir una familia y donde tu mayor problema
puede ser, aunque parezca mentira, el aburrimiento.
Oslo, a pesar de su condición de capital, es una
ciudad pequeña. Por eso la bomba de ayer se
sintió en casi toda la ciudad. Marcos regenta un
restaurante en la calle Storgata, a 300 metros
del lugar de la explosión. "Oí un estruendo
enorme y pensé que algo había explotado dentro
del restaurante", asegura. Al salir a la calle
lo que vio fue algo parecido a "una zona de
guerra". "He visto a muchos heridos por los
cristales que caían de los edificios
reventados". Un centro comercial cercano tenía
todas sus ventanas completamente destrozadas,
comenta. "Uno viene de Argentina escapando de un
montón de cosas y resulta que aquí también
pasan". Marcos estuvo antes en Italia e Irlanda.
Noruega, para él y para muchos otros, es siempre
el último destino, ese lugar donde se está
totalmente seguro de que no se va a encontrar
nada mejor.
La zona de la explosión de ayer estÁ cerca de
Youngstorget, una plaza de aire soviético
dominada por un majestuoso edificio sede del
Partido Laborista, uno de los principales
responsables de la construcción del Estado del
bienestar noruego y, al parecer, objetivo del
hombre que supuestamente colocó la bomba y que
posteriormente disparó y mató a decenas de
personas en la isla de Utøya, en una reunión de
las juventudes del partido. A pesar de que
todavía hay muchos cabos por atar, el hecho de
que el autor haya podido ser un noruego ha
añadido más confusión a una sociedad en estado
de choque.
Marit regenta una cafetería en un pequeño pueblo
a las afueras de Ålesund, en los fiordos
noruegos. "Esto es horrible, jamás he visto nada
parecido", asegura. Marit lleva una vida cómoda
y tranquila, con vacaciones en Canarias, los
hijos en Oslo y un negocio que le da para vivir
bien. es una noruega típica, horrorizada hoy por
unos acontecimientos que jamás había sospechado
podía tener en la puerta de su casa, y su
sentimiento es compartido por todo el mundo.
Iván salió ayer a la calle, tras el atentado, y
se encontró con que en el centro de Oslo no solo
había seguridad (normalmente no se ve ni un
policía), sino que, ahora, los agentes llevaban
metralletas. Aquí la policía rara vez aparece, y
cuando lo hace, suele ser para, pacíficamente,
desalojar de un bar a alguien que ha bebido
demasiado o resolver algún conflicto entre
vecinos. Un joven superviviente del tiroteo de
Utøya contaba en el diario Aftenposten que lo
primero que la gente exclamó, al ver a un hombre
vestido con uniforme de la policía abriendo
fuego, fue: "¿Qué pasa? ¿Por qué la policía
dispara contra nosotros?". Aquí los agentes, al
igual que el Estado, realmente protegen al
ciudadano, seguro dentro de un sistema con
décadas de buen funcionamiento. El Gobierno
apunta a movimientos locales antisistema y uno
se pregunta: ¿quién podría estar en contra de
este sistema?
Hoy Noruega amaneció distinta. Tras el primer
atentado de toda su historia, los noruegos han
experimentado por primera vez lo que siempre
habían visto por la tele: imágenes de lugares
destrozados por explosiones, y gente herida, y
muertos, y miedo en la calle. Ayer ese lugar era
Oslo, capital de un país que llegó a ser un
oasis en medio de un desierto de problemas, un
lugar intocable, un lugar al final del camino.
Ayer la frase era distinta, y no la decía un
extranjero, sino un noruego: "Noruega se ha dado
cuenta, de la peor de las maneras, de que
también está en el mundo".
*Terror en el país del bien*
*por ÁLVARO A. RICCIARDELLI *
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| Ålesund 23/07/2011
"Noruega es un lugar en el que nunca pasa nada"
es una frase típica con la que retratan este
tranquilo país los extranjeros que, provenientes
de otras latitudes menos afortunadas, han
decidido establecerse en este paraíso del Estado
del bienestar. Y la frase no es despectiva: que
no pase nada quiere decir en realidad que no
pasa nada malo, y eso es bueno. Pero ayer todo
cambió. Y es que, hasta ayer, Noruega era ese
país en el que las noticias sobre guerras,
atentados y crisis económicas pasaban de largo,
haciendo algo de ruido, pero sin realmente
llegar más allá de la superficie. Esas cosas no
pasan aquí. Aquí se puede dejar la puerta
abierta, y la bici sin atar, y se puede ir a las
dos de la mañana por el centro de Oslo sin mirar
por dónde, y los niños juegan tranquilos en
cualquier sitio y, en general, no hay que
preocuparse demasiado por nada. Pero ayer muchas
cosas cambiaron. La frase de ayer era: "Ya ni en
Noruega se puede estar seguro".
Iván pasa todos los días por la zona en la que
ayer un coche bomba mató al menos a siete
personas en el centro de Oslo. Pasa camino del
trabajo, aunque ayer, por suerte, libraba, y la
explosión la escuchó desde su casa. "Tembló
todo, pensé que era una especie de terremoto",
comenta. Llegó a Oslo hace algo más de un año,
después de pasar una temporada en España, primer
destino tras decidir probar suerte fuera de
Argentina, su país. Tanto para el como para
muchos otros este es un lugar de futuro y de
oportunidades. Si se consigue superar el duro
clima, y el hecho de que nunca pase nada, uno
está en su lugar. Y, de hecho, este es el lugar
de miles de argentinos, españoles, chilenos,
somalíes, pakistaníes que, escapando de países
en los que pasan demasiadas cosas, buscan la
tranquilidad que solo es posible encontrar en un
país con menos de un 5% de paro, donde todo el
mundo tiene acceso a una sanidad y a una
educación pública de calidad, donde se fomenta
construir una familia y donde tu mayor problema
puede ser, aunque parezca mentira, el aburrimiento.
Oslo, a pesar de su condición de capital, es una
ciudad pequeña. Por eso la bomba de ayer se
sintió en casi toda la ciudad. Marcos regenta un
restaurante en la calle Storgata, a 300 metros
del lugar de la explosión. "Oí un estruendo
enorme y pensé que algo había explotado dentro
del restaurante", asegura. Al salir a la calle
lo que vio fue algo parecido a "una zona de
guerra". "He visto a muchos heridos por los
cristales que caían de los edificios
reventados". Un centro comercial cercano tenía
todas sus ventanas completamente destrozadas,
comenta. "Uno viene de Argentina escapando de un
montón de cosas y resulta que aquí también
pasan". Marcos estuvo antes en Italia e Irlanda.
Noruega, para él y para muchos otros, es siempre
el último destino, ese lugar donde se está
totalmente seguro de que no se va a encontrar
nada mejor.
La zona de la explosión de ayer estÁ cerca de
Youngstorget, una plaza de aire soviético
dominada por un majestuoso edificio sede del
Partido Laborista, uno de los principales
responsables de la construcción del Estado del
bienestar noruego y, al parecer, objetivo del
hombre que supuestamente colocó la bomba y que
posteriormente disparó y mató a decenas de
personas en la isla de Utøya, en una reunión de
las juventudes del partido. A pesar de que
todavía hay muchos cabos por atar, el hecho de
que el autor haya podido ser un noruego ha
añadido más confusión a una sociedad en estado
de choque.
Marit regenta una cafetería en un pequeño pueblo
a las afueras de Ålesund, en los fiordos
noruegos. "Esto es horrible, jamás he visto nada
parecido", asegura. Marit lleva una vida cómoda
y tranquila, con vacaciones en Canarias, los
hijos en Oslo y un negocio que le da para vivir
bien. es una noruega típica, horrorizada hoy por
unos acontecimientos que jamás había sospechado
podía tener en la puerta de su casa, y su
sentimiento es compartido por todo el mundo.
Iván salió ayer a la calle, tras el atentado, y
se encontró con que en el centro de Oslo no solo
había seguridad (normalmente no se ve ni un
policía), sino que, ahora, los agentes llevaban
metralletas. Aquí la policía rara vez aparece, y
cuando lo hace, suele ser para, pacíficamente,
desalojar de un bar a alguien que ha bebido
demasiado o resolver algún conflicto entre
vecinos. Un joven superviviente del tiroteo de
Utøya contaba en el diario Aftenposten que lo
primero que la gente exclamó, al ver a un hombre
vestido con uniforme de la policía abriendo
fuego, fue: "¿Qué pasa? ¿Por qué la policía
dispara contra nosotros?". Aquí los agentes, al
igual que el Estado, realmente protegen al
ciudadano, seguro dentro de un sistema con
décadas de buen funcionamiento. El Gobierno
apunta a movimientos locales antisistema y uno
se pregunta: ¿quién podría estar en contra de
este sistema?
Hoy Noruega amaneció distinta. Tras el primer
atentado de toda su historia, los noruegos han
experimentado por primera vez lo que siempre
habían visto por la tele: imágenes de lugares
destrozados por explosiones, y gente herida, y
muertos, y miedo en la calle. Ayer ese lugar era
Oslo, capital de un país que llegó a ser un
oasis en medio de un desierto de problemas, un
lugar intocable, un lugar al final del camino.
Ayer la frase era distinta, y no la decía un
extranjero, sino un noruego: "Noruega se ha dado
cuenta, de la peor de las maneras, de que
también está en el mundo".
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